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  • Foto del escritorERIKA Castillo

Aventuras de una mamá lectora: En el día de las madres...

Queridos Lectores bajo la Luna, en varios países se celebra a las madres cada 10 de mayo.

Este día se aparta especialmente para celebrar a todas aquellas que en su camino de vida decidieron ser madres, ya sea porque su vientre arropó durante nueve meses a un pequeño ser, o porque la vida les entregó una criatura a la cual cuidar, o a todas aquellas que aun sin engendrar han sido madres de muchos corazones a lo largo de su existencia.

Para ser madre no se necesita engendrar vida, solo es necesario entregar la existencia en amor a los demás.



Y así es cómo empezó mi camino en la maternidad.

Como ustedes bien saben Valentina es mi pequeño regalo de la vida, ella con sus rizos alborotados, sus travesuras interminables, su alegría desbordada a cada momento del día ha hecho de mi, una mujer con muchos defectos y limitaciones, un ser único y especial, con poderes ilimitados y fuerza sobrenatural. Al escribir estas palabras me siento super heroína, disculpen queridos Lectores bajo la Luna que me eche flores yo sola.


Pero es que así se siente una cuando se convierte en madre. Y si bien, esta tarea no es fácil, ya que el camino de la maternidad no empieza en el momento de la concepción, inicia mucho antes, cuando en un momento inesperado se escucha la pequeña voz que nos descubre ese deseo en el corazón y poco a poco nos va dirigiendo en complicidad con el universo hasta que las palabras se formulan tomando vida: Quiero ser mamá.

Para muchas el camino es sencillamente recto, para otras no tanto. En mi caso ustedes conocen poco de mi historia, pero el ser madre no fue algo que se me dio fácilmente. La maternidad esta llena de pérdidas y vacíos, de noches largas e inconsolables, de soledades sin pronunciar.


Para cuando llegué al momento de ver las dos líneas rosas en aquel dispositivo blanco, ya mi corazón había renunciado al deseo de ser mamá. Para mi fue una verdadera sorpresa. Llegó sin esperarlo, Valentina fue mi bebe arcoíris.


El embarazo fue un periodo de resistencia en paz, pasé los nueve meses mirando el techo de mi habitación mientras mi barriga crecía y me servía de apoyo para los libros que me acompañaban mientras mi marido llegaba del trabajo. Mi pequeña es quien sabe los secretos más íntimos de mi ser, porque es la única que ha escuchado el compás de mi corazón.



Pero cuando pude sentir su pequeña mano en mi pecho por primera vez, todo esfuerzo fue bien sufrido, me enamoré perdidamente.



Cada noche en compañía de la luna mientras amamantaba a esa bebita de mejillas rosadas fue terriblemente hermosa.


No fueron momentos fáciles y no es que quiera mostrarme amarga, pero el posparto es esa parte de la maternidad donde estás descubriendo tu nueva faceta mientras un montón de hormonas te gritan desde todas direcciones lo que debes y no debes de hacer. Al mismo tiempo cada persona que te topas en el camino te dice que debes disfrutar esta etapa porque dura muy poco, te da un consejo que nunca pediste, te señala tus errores sin fijarse en los propios, y la lista puede convertirse interminablemente crítica. Bien dicen que el camino al infierno está marcado de buenas intenciones.

Todo esto aderezado de un pequeño ser que está aprendiendo a vivir en este mundo, que no entiende que hacer con sus manitas, o con las señales que le da su barriga al sentir estrujones y la única manera que encuentra de hacerse escuchar es el llanto.

Aquí es donde cada madre encuentra su propia fuerza y descubre que puede hacer mucho más de lo que alguna vez se creyó capaz.

Sino, ¿Quién puede abotonar los diminutos brochecitos de un zurrón en plena oscuridad y privada de sueño por más de cinco días consecutivos?

Si a mi me lo preguntan, una verdadera heroína.




Los instantes se vuelven días y cada día da paso a una nueva etapa, cierras los ojos y tu bebe ya balbucea, volteas hacia un lado y ya empezó a caminar, tomas un tazón de papilla y tu bebe ya se sienta sola en la silla demandando ser atendida como persona grande. Cuando menos lo esperas pasas del pasillo de ropa de bebe al de niñas grandes. Todo en un suspirar.


Las travesuras se vuelven parte de la rutina diaria, la complicidad empieza a ser un invitado más en la mesa y una mirada tierna te hace sonrerir derritiendote por dentro.





Nuevos personajes entran en la vida diaria y ese pequeño bebe ya no es solo tuyo, el mundo te pide que lo entregues sin tomar en cuenta lo mucho que aun quieres tenerlo entre tus brazos.


Y asi, un día estas en la fila de entrada en una escuela viendo como hace apenas unos instantes tenías a un pequeño ser en tu vientre y ahora ya con la mano te dice adios sin mirar atrás.

Nuevamente tienes que adaptarte, y nadie te prepara para esto.

La maternidad es un camino en soledad, aprendiendo todos los días a dejar ir y soñando con lo que vendrá.


Das gracias en silencio porque aun puedes calmar sus llantos con un beso y sus heridas puedes limpiarlas con un poco de jabón, todavía eres a quien acude cuando llora y tiene miedo. Mientras rodeas a tu retoño te preguntas como le harás el día de mañana cuando tú ya no seas suficiente para acompañarlo en este mundo.


Cuando tu beso ya no pueda sanar las heridas de su corazón y el jabón no limpie los golpes de su cuerpo.


Solamente quien ha amado de verdad sabe lo dolorosamente hermoso que es soltar.

Así como los árboles en otoño…


La maternidad es ese mundo lleno de estereotipos y juicios al que entras sin estar preparada, aun cuando tengas tres, cuatro, cinco hijos. Es esa vida que escoges sin saber que ya te había escogido a ti desde vidas atrás.

Es aprender a ser juzgada en silencio, criticada por cada decisión que se vive y adorada en días especiales.








Ser madre no es solamente poner un plato de comida en la mesa y ayudar con la tarea, tienes que enseñar a amar cuando tu estás aprendiendo a hacerlo, tienes que perdonar que te llenen de vómito o que te señalen lo mala que eres, tienes que olvidarte de tus sueños para poder alcanzar los de alguien más.

Es renunciar y ganar mientras lo haces.

Es cambiar unos sueños por otros.

Es amar a quien te ha amado desde el primer día de vida.


No es fácil ser madre, por ello es que siempre abrazamos a cada mamá que nos topamos, porque sabemos que lo necesita, que está dando lo mejor que tiene aún cuando cree que todo lo está haciendo mal y necesita dar aun más.


No es fácil sentirse egoísta porque extraña a esa mujer que antes era dueña de su existencia y podía levantarse con el viento sin pensar en la criaturita pequeñita que la acompaña. Los hubieras taladran duro al corazón cuando no puede dormir.


Ser madre es caoticamente hermoso, es por ello que necesitamos de un día especial para recordar todo lo que una mamá ha dado por sus hijos. Para entender que no hay limites para quien entrega su corazón a diario.


Gracias mis queridos Lectores bajo la Luna, por compartir conmigo mi camino maternal de la mano de mi adorada Valentina. Ustedes lo hacen aún más especial.



Me despido de ustedes deseándoles un día lleno de amor maternal con abrazos y pastel de chocolate.


Un abrazo

Erika C.







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