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  • Foto del escritorERIKA Castillo

Las Aventuras de una mamá lectora, Cartas al viento

"Tengo la naturaleza, el arte y la poesía, y si esto no es suficiente que lo será?"


Hola mis queridos Lectores bajo la Luna es una felicidad poder estar de nuevo aquí compartiendo mis aventuras.


He extrañado muchísimo estar con ustedes, pero el monstruo de mil cabezas andaba ganando la batalla, y me costó ponerme a la delantera. Aún me cuesta, pero ahora él es quien la tiene más complicada que yo.


No hablando mas de quien me ha hecho una mujer más fuerte a base de innumerables batallas, lágrimas y noches desveladas, aunque tengo también varias cosas que agradecerle pensándolo bien, no todo es negro. Aún en la oscuridad hay luz, que no la podamos vez no significa que no está allí, y una de las cosas por las que mi corazón se pone feliz es que eventualmente tengo que viajar unas tres horas hacía el sur, emocionada camino entre call porque entre el tumulto de autos y edificios se encuentra una pequeña librería, que es como la puerta de Narnia, la entrada a un mundo mágico.


En esta maravillosa librería está siempre el propietario, alguien tan amable que puedes durar horas platicando con él, de no ser porque tiene que atender a todas esas almas descarriadas que buscan sustento dentro de las páginas de un libro.


"Deseo que todas las personas tuvieran lo que he empezado a adquirir gradualmente: el poder de leer un libro sin dificultad en un período corto y mantener una fuerte impresión de él. Leyendo libros es lo mismo que mirando cuadros de pinturas; uno debe, sin duda alguna, sin titubeos con seguridad, admirar lo que es hermoso"


Cierto día platicando con el dueño de la librería, me obsequió el libro de Querido Theo, la Autobiografía de Vicent Van Gogh por Irving Stone. Este libro ha sido el refugio que he necesitado en tiempos difíciles, ha sido mi rinconcito donde puedo existir sin pretenciones, solo siendo yo.


A veces los ángeles no tienen alas, en ocasiones son dueños de librerías.


Hoy mientras Valentina y yo nos dirigíamos rumbo a la escuela la frescura de la mañana rallaba casi en lo helado, el teléfono marcaba 6°C pero se sentía como si fuera el patio del Polo Norte.

-No te preocupes mamá no tengo frío- dijo mi pequeña con una sonrisa llena de emoción.

Caminamos unos cuantos metros más mientras un montón de pajaritos trinaban entusiasmados, en mi mente repetía las palabras que todos los años digo secretamente "falta poco para que lleguen las golondrinas y su rizado gorjeo me salude cada mañana"

Valentina me saca de mis pensamientos con su voz clara y tierna:

-Mamá los pajaritos están mirando para el mismo lado, quiere decir que no hay viento.


"Si uno ama la naturaleza, uno puede encontrar la belleza en todos lados"


Esta observación me enternece, mi pequeña de rizos alborotados siempre está al pendiente de todo lo que digo, este "dato curioso" se lo comenté hace mucho una mañana en la que el afán de distraerla era mi primer necesidad. De que tenia que desviar su atención, se preguntarán, bueno, del espantoso y aterrorizador cepillo que estaba por entrar en su cabello, provocando la batalla más terrorífica antes vista, donde llantos y rechinar de dientes serian los protagonistas, de mi parte, por supuesto.


"Hay momentos en la vida donde todo, inclusive dentro de uno mismo, que todos esta lleno de paz y emoción y todo nuestra vida parece estar en el camino correcto"


Estos momentos cabalgaban en mi memoria mientras tomadas de la mano seguíamos caminando acercándonos un poco más a la escuela, el peso de la mochila empieza a jugar con mi espalda, es posible que esta niña traiga unas cuantas piedras, juguetes y hasta mi gata si es que ella se dejo atrapar, pero lamentablemente solo son libros de niña grande como ella les dice.


Ya hemos dejado de caminar por el terreno pedregoso y ahora el pavimento aligera nuestros pasos. El sol está apenas despertando, está un poco enmarañado, creo que se ha adelantado, la Luna aún se mira al frente. Es tan hermosa aún en la presencia del astro brillante. Quisiera ser como ella.


Un auto nos permite el paso por la calle, ahora estamos caminando frente a la casa que tiene dos canarios, Vale exclama decepcionada:

- No están afuera los pajaritos mamá

-Claro que no mi amor chiquito, es muy frío para ellos aún.


Se que unos pasos más adelante ella buscará y apretara fuerte mi mano, allí esta la casa que tiene al perro que hizo enojar a la nana, y mi pequeña le tiene miedo.

Adelantándome a los sucesos le acerco su mano a mi saco y le comento que ayer el perrito me siguió por una cuadra cuando iba yo sola a recogerla en la hora de salida y que su cola se movía alegre.

Pero ella camina rápido, le tiene miedo a este perro viejo que siempre está echado en la banca de color blanco haciendo resaltar su pelaje oscuro y su collar de color rojo.


Ahora caminamos entre el parquecito, mi adorado espacio de bosque en medio del ruido tumultuoso de una pequeña ciudad trabajadora, los columpios están inmóviles invitándonos a jugar pero el reloj nos jala de mala gana. Los pinos altos nos saludan alegres como cada mañana, el árbol de hojas amarillas ha sido podado y ahora su desnudez lo ha convertido en un tímido testigo de nuestros paseos diarios.


Las voces de pequeños jugando se pueden escuchar, estamos cerca, Vale jala su mano para que yo me apresure, pero yo quisiera hacer este momento eterno, pronto el frío se despedirá dando paso a la primavera y esta traerá el tan temido verano.

Quisiera que fuera septiembre otra vez, el otoño viste de maravillosos colores a mis amigos los árboles.

Un beso helado y un abrazo apurado nos apartan a mi pequeña y a mi, duele dejarla pero me llena de amor verla crecer.



"Mi vida se ha convertido en algo muy querido para mí, y estoy muy contento que puedo amar. Mi vida y mi amor son uno".


El camino de regreso es un poco triste pero cada árbol me consuela y el perro que hizo enojar a la nana me acompaña hasta la esquina. La casa de los pajaritos sigue cerrada, en la tarde será.


El pavimento se ha terminado ahora las piedras y polvo siguen mis pasos mientras los gorrioncitos cantan emocionados. De pronto una gata de color blanco y negro sale a mi encuentro, mi gata Tina, juntas caminamos hasta la puerta.

Un nuevo día ha comenzado.


Me despido mis queridos Lectores bajo la Luna esperando que encuentren un libro que les permita ver la belleza que los rodea, mientras tanto me sentaré a beber una taza de té con mi gata Tina a los pies.


Un abrazo










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