Aventuras de una mamá lectora: Ya son nueve años
- ERIKA Castillo
- 17 jul
- 2 Min. de lectura
Hoy hace nueve años...
Esa mañana, mientras me preparaba para ir al hospital, me sentía tranquila. No había nervios ni miedo, solo una paz profunda y silenciosa.
Durante mucho tiempo pensé que mis emociones estaban bloqueadas. Pero en esos momentos cruciales, justo antes de que mi vida cambiara para siempre, descubrí un silencio lleno de serenidad.
Al llegar al hospital, una serie de eventos —hoy ya borrosos en mi memoria— me llevó al quirófano. Poco después, el médico colocó a mi pequeña Valentina sobre mi pecho. Estaba llorando. Le susurré:
“Hola, Vale”,
y milagrosamente, dejó de llorar.
Así fue nuestro primer encuentro.
Hoy, Valentina tiene nueve años. Es altísima, casi de mi estatura, con rizos rebeldes y una mirada más profunda que cualquier otra que haya visto. Su sonrisa ilumina mis días, y su forma de ver la vida ha borrado muchos de mis prejuicios. Su alegría es tan contagiosa que hasta nuestra gatita —que también cumple nueve años hoy— se deja atrapar por ella.

He pasado estos años aprendiendo a ser mamá, descubriendo una forma distinta de vivir, cerrando ciclos, cambiando hábitos. He aprendido que muchos de mis límites eran autoimpuestos y que soy capaz de ir más allá. He sentido una paz inmensa al verla dormir en mis brazos, y también un cansancio abrumador.
Di mis primeros pasos como mamá de su mano. Juntas hemos recorrido este camino nuevo, donde el amor lo abarca todo.
Hoy, mi no tan pequeña me invita a ver caricaturas con canciones pegajosas, y me cuenta historias que inventa ella misma, perfectas para una tarde con palomitas. Ya no la arrullo para dormir… normalmente soy yo la que se queda dormida primero, ya sea leyéndole un cuento o inventando una historia con las lecciones del día.
Tengo una mejor amiga que me acompaña a donde sea y me inunda de besos justo cuando más los necesito.

Jamás imaginé, hace nueve años, mientras acunaba a mi bebé dormida, cuán profundamente mi vida cambiaría. Pero puedo decir, con el corazón en la mano, que ha sido lo mejor que me ha pasado.
Ahora… ¡solo me queda disfrutar del pastel!
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