Cuentos con historia: El juicio de la muñeca de trapo.
- ERIKA Castillo
- 11 abr
- 4 Min. de lectura
Hola, mis muy queridos Lectores bajo la Luna,
Hoy es viernes de cuento.
¿Sabían que los primeros relatos surgieron en Egipto alrededor del año 2000 a.C.?
Bueno, eso dicen los egipcios… pero, ¿quién sabe si alguien más ya estaba creando historias desde mucho antes, verdad?
La palabra cuento deriva del latín computus, que significa ‘cuenta’.
Creo que el ser humano siempre ha tenido esa necesidad imperiosa de comunicarse, de expresar todo lo que habita en su universo interior. Y ha buscado distintas formas de hacerlo: la pintura, la escultura, las letras… sin olvidar la música y el movimiento del cuerpo.
Lo importante es dar vida a todo lo que nace dentro de nosotros.
En innumerables ocasiones, nuestras madres nos han inventado cuentos: para tomarnos las medicinas, para hacernos obedecer cuando no encontraban otra opción… Y, ¿quién podría olvidar aquella historia del hermano mayor que fue tragado por un agujero interespacial surgido del desorden del cuarto? ¿He sido solo yo?
Bueno, prosiguiendo…
Los cuentos nos ayudan a sobrellevar la vida, nos enseñan, nos dan esperanza cuando todo parece perdido, o simplemente permiten que salgan esos sentimientos que a veces nos agobian.
El cuento siempre ha estado allí: para llevarnos a dormir plácidamente o para espantar el aburrimiento.
Hoy quiero compartir con ustedes un pequeño relato donde el juicio autoinfligido es el principal personaje.

Espero que les guste. Y si sienten el deseo de compartirme sus experiencias, permítanme ofrecerles este espacio. Aquí hay un corazón dispuesto a escuchar...
Un abrazo,
🌙✨

El juicio de la muñeca de trapo
Mientras estaba sentada a la mesa, en silencio, mirando mi taza de té, llega mi pequeña y me da un abrazo.
—Mamá, ¿estás bien?
—Sí, muñeca —le respondo con una sonrisa amplia, pero llena de dolor—, todo está muy bien.
—Escucho que tu corazón está roto —me dice mientras me besa la frente—. Listo, ya lo reparé.
Y alegre, se pone a jugar con la muñeca de trapo que hicimos juntas el día de ayer.
En mi mente surge una voz:
"¿Cómo se enteró de que mi corazón está roto?"
"¿Acaso las heridas han traspasado mi piel?"
"¿Le estoy pasando mis traumas?"
"¿La estoy afectando?"
Y las preguntas me siguen taladrando la conciencia mientras agito apresuradamente la cuchara en la taza.
Hay veces en las que la vida se vuelve invivible. Son excesivas las presiones que enfrentar y pocas las herramientas con las cuales hacerlo. No hay respiraciones profundas que alivien el dolor ni el miedo de enfrentarse a la realidad cuando todas las cartas están echadas en tu contra, cuando la esperanza se ha destrozado y el Hijo del Hombre no contesta tus súplicas más encarecidas.
El ruido de la cuchara golpeando la taza me regresa a este instante, donde mi pequeña juega y yo me flagelo con todas las ilusiones que alguna vez sostuve y que ahora solo me entierran en vida.
Escucho una conversación muy animada entre mi niña y la muñeca de trapo. Al parecer hay hadas involucradas y un juguete desaparecido. Nadie quiere aceptar su culpabilidad y mi hija los amonesta efusivamente.
"¿Acaso he eludido mis responsabilidades?"
"¿Es este mi castigo por haberme portado mal y haber dejado que lo peor de mis limitaciones me manejara?"
"¿No soy suficiente y merezco sufrir?"

Tantas preguntas, y no hay respuestas que me entreguen un poco de desasosiego.
Lo más difícil de mantener la realidad a raya es que, al voltear, tengo que poner buena cara. Es mi deber como madre.
Pero por un segundo —uno siquiera— quisiera gritar todo lo que traigo dentro y no sentir que soy yo quien tiene que resolverlo todo. Quisiera que alguien más lo resuelva por mí. Quiero descansar.
Ahora se han unido varios personajes al misterio del juguete desaparecido, y el piso de la sala está cubierto de posibles sospechosos. Es una escena aterradoramente simpática, porque el banco de las mariposas ahora es el banquillo de acusados, y mi pequeña es el juez más tierno que he mirado.
"En mi juicio, ya me han encontrado culpable", me digo, mientras tomo un sorbo más. Ya se ha enfriado y ahora un dejo amargo en la garganta se ha mezclado con el nudo que tengo desde hace varios días.
"Si al menos el llorar me ayudara en algo…"
Pero debo ser consciente de que mis emociones afectan a la pequeña jueza que viste mi falda larga y una diadema de unicornio.
"Para ser madre tienes que olvidarte de que eres un ser vivo; tus hijos están primero".
La tortura a la que me ha sometido este diálogo interno es sofocante, y un suspiro exasperado brota de mí.
Cuando de pronto, unas pequeñas manitas me rodean y unos besitos pegajosos llegan a mi cara.
En este instante, en este justo momento, hay paz en mi corazón.
Cualquier reproche o ilusión rota que tenga esperando para acribillarme ha perdido su efecto.
Solo importa este segundo.
La tarde continúa con el misterio del juguete desaparecido, que siempre estuvo dentro de la secadora, donde fue confiscado por ruidoso.
Mañana será otro día...
Gracias por compartir este momento juntos.
Nos vemos pronto...

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