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Historias bajo la Luna: El arte de soltar y volver a empezar...

  • Foto del escritor: ERIKA Castillo
    ERIKA Castillo
  • 8 sept
  • 3 Min. de lectura

Hola nuevamente, mis queridos Lectores bajo la Luna.


Sé que me ausenté por un tiempo, pero tuve que librar una batalla contra personas que intentaron apoderarse de este blog, de nuestro pequeño rincón en el mundo.

Sí, fue un proceso que requirió mucha paciencia y no del todo agradable. Surgieron muchas dudas, pero al final estoy aquí de nuevo, escribiendo para compartir con ustedes.


Dicen que siempre aprendemos algo de las experiencias que llegan a nuestra vida. Es una forma alentadora de transformar los errores en aciertos, aunque no siempre tengamos la fuerza o la disposición para hacerlo. A veces estamos tan cansados de enfrentar distintas situaciones, que ni siquiera tenemos energía para sentarnos a reflexionar sobre qué aprendizaje nos dejaron, ¿verdad?


No debería decirlo, pero no puedo ser honesta sin contar toda la verdad. Detrás de muchas de mis reflexiones también hay momentos de estrés y berrinches porque las cosas no salen como yo esperaba. Y entonces aparece en escena una visitante poco grata, que nunca avisa cuando llega: la culpa.


La culpa siempre llega con maletas pesadas, cargadas de preguntas impertinentes:

—¿Y si lo hubiera hecho diferente?

—¿Acaso es por mi culpa que no funcionó?

—¿Me falta ser mejor persona para poder lograrlo?

Y otras tantas que se adhieren sin piedad.


Así estaba yo, rumiando mis pensamientos en compañía de la culpa y una taza de té. Nos mirábamos de frente, y solo ella parecía capaz de sostenerme la mirada.


¿Por qué nos juzgamos con tanta dureza?

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Las cosas no habían salido como yo quería, y pensé que quizá nunca volvería a escribir aquí. Sí, podía abrir otro blog, pero no sería este.

Este nació una noche en la que varias puertas se cerraron y solo me quedó el eco de mi voz. Aquí he puesto alma, sueños, desvelos, lágrimas y hasta frustraciones por diseños que quedaban “patas arriba”. No será el mejor blog del mundo, pero es mío. Y estoy orgullosa de este espacio que hemos creado juntos: ustedes regalándome lo más valioso, su tiempo, y yo ofreciéndoles una parte de mi alma.


Un día, desesperada y agotada, con la paciencia de vacaciones, recibí noticias de que el blog seguía teniendo problemas. Entonces se presentaron la ira, la frustración y el desánimo, todos al mismo tiempo. Vaya combinación…

Viendo mi cara de derrota, mi marido me sugirió dejarlo todo y salir al patio a mirar la Luna con el telescopio.


Renuente, llorosa y cansada, me puse un suéter y salí en medio de la noche.


Y allí estaba ella: espléndida, misteriosa, llena de luz y de sombras. La misma Luna que me acompañó arrullando a mi hija en tantas noches, mi cómplice cuando un libro me atrapaba hasta el amanecer, la que dio nombre a mi pluma y libertad a mi voz.

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El tiempo se deshizo entre miradas a través del telescopio y conversaciones en silencio. La sentía tan cerca que creía que podía tocarla con mis manos. Luego, al sentarme a disfrutar del aroma de la noche, me di cuenta de que el otoño estaba por llegar.


¿A qué huele el otoño?

Tal vez a leña encendida y a una taza de chocolate caliente, o a la calidez de un suéter mullido, o quizá a todo eso junto mientras vemos bailar las hojas vestidas de sus mejores colores.


Y recordando cómo bailan las hojas al dejarse llevar por el viento, decidí hacer lo mismo: dejar que se llevara lo que me estaba aquejando.


¿Por qué queremos controlar todo lo que sucede?

¿Será miedo al resultado? ¿O miedo a que no sea lo que esperamos recibir?

¿Realmente sabemos siempre qué es lo mejor para nosotros?


Entre esas preguntas comprendí que, desde mi limitada visión (mi ego), siempre quería tener la razón y hacer las cosas a mi manera.


Entonces miré a la Luna y le dije con honestidad:

"Prometo no entrometerme más. Déjame ver cuál es el mejor camino a seguir y aceptaré lo que me propongas."

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No, no fue como en una película con chispas mágicas que lo solucionan todo. Pasaron varios días más, pero yo me sentí más tranquila. Solté la necesidad de controlar los resultados, y con ello llegó la claridad.


Finalmente, recuperé el control del blog y también de mí misma.

Me tomé el tiempo de sanar para volver a empezar.


Hoy estamos aquí nuevamente, y solo puedo decirles que me siento agradecida y consciente del privilegio de tenerlos en este rincón.


Gracias por acompañarme.

Un abrazo ✨🌙


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