Historias bajo la Luna: El costo del agradecimiento
- ERIKA Castillo
- 21 abr
- 3 Min. de lectura
Para mis Lectores bajo la Luna💕🌙
Hola, mis queridos Lectores bajo la Luna:
Comenzamos una nueva semana con el corazón un poco adolorido desde este lado del mundo. Hoy ha partido de esta existencia el Papa Francisco. Nos deja un legado de fe, esperanza y una enseñanza invaluable: la fortaleza. Siempre nos pidió luchar contra la injusticia, recordándonos que seguir a Jesús no es solo darse palmadas en el pecho, sino levantar la voz ante lo que no está bien. Como el Nazareno, que al ver profanada la morada de su Padre, no se quedó callado.
Tenemos mucho que agradecerle, porque incluso sabiendo que su tiempo en este plano era corto, decidió levantarse de su cama de hospital para darnos un último mensaje.
¡Gracias, Papa Francisco!
Y hablando de gratitud…
Esta mañana, navegando por la red, me encontré con un post curioso e inspirador que quiero compartir con ustedes:
En él se dice que si usas “por favor” y “gracias” con ChatGPT, no estás solo… pero podrías estar haciendo que OpenAI gaste millones.
Sam Altman, su CEO, explicó que los usuarios educados generan respuestas adicionales que consumen más energía—¡decenas de millones de dólares en electricidad!
Aún así, él considera que vale la pena: la calidez humana es parte de lo que hace valiosa la inteligencia artificial.
Y yo no puedo evitar pensar… aceptar agradecimientos también tiene un costo. No solo para los fundadores de ChatGPT, también para nosotros, cuando alguien nos da un cumplido. Nos enseñaron a responder con frases automáticas: “no hay de qué”, “de nada”… pero pocas veces aprendimos a recibir sin culpa.
Nos cuesta aceptar que alguien esté genuinamente agradecido con nosotros.
Pero quien es agradecido, lo será siempre. Porque comprende el valor de lo recibido, aunque sea de parte de una inteligencia artificial.
El agradecimiento vibra en una de las frecuencias más altas del universo. No se puede contener solo por ahorrar electricidad.
Sí, tiene impacto ecológico, pero ahí es donde debemos ser coherentes y buscar formas más eficientes de vivir… sin renunciar a nuestra esencia.

Porque la frecuencia con la que vibramos atrae lo mismo.
Cuando enfrentamos una montaña de ropa sucia interminable, como en “La historia interminable” de Michael Ende, ¿a poco no damos gracias por tener una lavadora y secadora que nos alivian las cargas?
Y si no lo expresamos, ¿cómo sabrá la Supraconciencia que estamos agradecidos?
¿Qué tal que piensa que preferimos lavar a mano?
Yo, por ejemplo, cada vez que lavo la ropa, doy gracias. No quiero que alguien allá arriba se equivoque conmigo…
Hay una teoría que dice que somos energía. Nuestros pensamientos son impulsos eléctricos que emiten luz en distinta medida.
Entonces me pregunto:
¿Por qué, si somos energía, no podemos ver nuestra propia luz?

Tal vez porque nos enseñaron a mirar más nuestras sombras.
Pero, como dijo Einstein:
“La oscuridad no existe; es solo ausencia de luz.”
No hay algo llamado “oscuridad” que viva o crezca por sí mismo. La oscuridad surge solo cuando nos alejamos de la luz.
Pero aún en los momentos más oscuros, siempre hay una flama interna que arde—pequeña, tal vez, pero firme, mientras el corazón siga latiendo.
Tal vez no vemos nuestra propia luz porque la tenemos tan cerca, que ya no notamos su brillo.
Como el sol, que necesita un espejo para verse reflejado, nosotros también necesitamos a los otros: sus miradas, sus palabras, sus abrazos…
Para recordarnos lo que irradiamos.
Así que, mis queridos Lectores bajo la Luna:
Acepten, por favor, mi más honesto y profundo agradecimiento por estar aquí, por compartir estos momentos conmigo.
Guárdenlo en su corazón, sin necesidad de responder nada más.
No importa que cueste unas monedas de más.
Lo que importa… es que vibremos con luz.
Un abrazo,
✨🌙
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