Historias bajo la Luna: ¿Quién escucha a Cassandra?
- ERIKA Castillo
- 3 oct
- 3 Min. de lectura
There is no reason for you linger
You're grieving deeply but still moving on
You know the future is casting a shadow
No one else sees it, but you know your fate
Packing your bags, being slow and thorough
Knowing though you're late that ship is sure to wait...
Cassandra, canción
Abba, 1882
Traducción
No hay razón para que te detengas,
estás sufriendo hondo, pero aún sigues adelante.
Sabes que el futuro proyecta una sombra,
nadie más la ve, pero tú conoces tu destino.
Empacas tus maletas, con calma y cuidado,
sabiendo que aunque llegues tarde, ese barco habrá de esperarte.
Hola, mis queridos Lectores bajo la Luna.
Un nuevo mes comienza y, como cada vez, la Luna se viste de gala y nos ofrece su mejor rostro. Yo, por mi parte, doy otra vuelta al sol. Sí, este mes sumo un otoño más —porque prefiero contar mi vida en otoños y no en primaveras—. Y con cada estación, me descubro un poco más sabia, aunque la sabiduría, como la Luna, siempre tenga su lado oculto.
Hoy quiero hablarles de un mito griego que me ha acompañado en estos días: el de Cassandra.

Hija de Príamo y Hécuba, reyes de Troya, fue elegida por Apolo, el dios de la profecía, quien la amó y le ofreció un don: el de ver el porvenir. Cassandra aceptó, pero cuando el dios le pidió corresponderle, ella se negó. Apolo, humillado, no pudo quitarle el don, pero sí maldecirlo: a partir de entonces, Cassandra seguiría viendo la verdad… pero nadie jamás creería en sus palabras.
Así fue como predijo la caída de Troya, advirtió sobre el engañoso caballo de madera y clamó que las puertas no se abrieran. Pero su voz se perdió entre las risas, los juicios y las desconfianzas. El destino se cumplió, como ella lo había anunciado. Cassandra quedó marcada como la mujer que decía la verdad y no era escuchada.
Y entonces me pregunto:
¿Cuántas veces hemos sido como Cassandra?
¿Cuántas veces hemos visto venir un desastre y advertido en vano? ¿Cuántas veces hemos entregado el alma al contar una verdad que nadie quiso escuchar?
A veces no es la mentira la que nos hiere, sino el silencio que cae cuando nuestra voz se apaga en un eco sin respuesta.

Escuchar, de verdad escuchar, es remar contra corriente. Implica detener el ego que quiere opinar, juzgar o responder, y abrir un espacio de humildad. Pero, ¿cuánto cuesta callar y atender cuando alguien nos pone su verdad en las manos?
Quizá por eso callamos tanto. Guardamos palabras que arden por dentro, que pesan en el cuerpo, que terminan enfermando al alma. Porque, ¿para qué hablar, si nadie escucha?
Cassandra nos recuerda que la verdad no siempre trae compañía, protección o salvación. Muchas veces, hablarla significa quedarse solo, abrazado a una roca mientras la tormenta desata su furia. Y, sin embargo, también nos muestra que callar puede ser aún más doloroso: porque lo que no se dice nos consume en silencio.

En esta Grecia moderna llamada sociedad, aún hay muchas Cassandras:
los que intuyen, los que advierten, los que confiesan su dolor y son tachados de exagerados; los que ven un peligro y se les ignora; los que necesitan ser escuchados, pero quedan atrapados en la indiferencia de los demás.
No necesitamos hablar siempre. Lo que realmente necesitamos es ser escuchados.
En lo cotidiano, en lo mínimo, en esos silencios que parecen gritar, en las miradas que piden comprensión.
Ojalá Cassandra no sea más que un mito del pasado, y que nuestras voces encuentren un oído que las reciba.
Me despido, mis queridos Lectores bajo la Luna, con el deseo de que cada palabra que nazca de ustedes encuentre el refugio de alguien que escuche.
Un abrazo✨️🌙












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